Por Miguel Angel González Gámez
Este escrito es para reflexionar y discernir desde nuestra fe sobre las situaciones que estamos viviendo. La respuesta a esta situación contempla varios aspectos que me gustaría aportar a la reflexión que se hace por este medio, espero que todos y todas vallamos construyendo una idea concreta que nos anime a un compromiso con mi hermano.
Un primer punto es que un medio eficaz para hacer frente a esta pandemia es la comunidad cristiana, es decir las parroquias, los grupos, las comunidades de base, etc., en estos espacios es donde se puede generar una respuesta eficiente a la epidemia. La comunidad cristiana, lugar donde se vive la solidaridad y el compromiso con el hermano, debe de generar las herramientas necesarias para prevenir las infecciones con la generación de programas que concienticen a la comunidad. También es el espacio donde se pueden atender y canalizar los casos para que sean vistos por las autoridades correspondientes. Además de la crisis de salud es importante tener presente que se generan otras crisis, por ejemplo aquellas personas que viven al día y por las decisiones que se han tomado se quedaron sin trabajo, pienso en la economía informal: la señora que vende afuera de las escuelas, los “viene viene”, las personas que viven de la limosna, así como también los meseros, los que venden comida en puestos ambulantes, entre otros; muchas de estas personas viven al día, por lo que la situación de restricción les afecta. Es necesario también responder a la crisis social que se vive y acompaña a la crisis de salud. Este planteamiento nos debe llevar a generar comunidades vivas, donde la vivencia de la caridad sea una realidad.
Un segundo plano de respuesta lo planteo en un nivel de transformación de las estructuras sociales. La crisis económica y ahora esta crisis de salud con todas las consecuencias que ello conlleva me hace reflexionar de que algo no está funcionando bien, que hace falta un cambio en la forma de tomar decisiones, en la forma de evaluar a los que toman las decisiones, en la forma de participar, en la forma incidir. La crisis económica nos enseño que el modelo de economía que tenemos no fue el mejor, la crisis de salud nos enseño que la forma en que vivimos con la destrucción continua del planeta no es la mejor. Por lo que urge cambiar parámetro e ideas sobre la forma de vivir.
La iglesia siempre ha propuesto, primero el ser humano. Esta idea debe de orientarnos en nuestro actuar. Que ya no sea el dinero, el ansia de tener, el deseo de poder lo que mueva nuestras acciones, si no el bien del ser humano, Jesús diría, el bien del prójimo. Es necesario volver a mirar al ser humano como Dios nos ve y recobrar ese plan maravilloso del Reino, donde la justicia y la paz sean los valores que rijan nuestra convivencia.
Por lo que urge tener ciudadanos y ciudadanas consientes que asumamos la responsabilidad de darle un rostro distinto a esta ciudad, a este país, a este planeta. Esta labor corresponde a todos y todas, consagrados y laicos. Los consagrados generando la conciencia, orientando y acompañando a los que asumen el compromiso de participar, desde las organizaciones sociales hasta la participación política. Es necesario formar ciudadanos activos, que se preocupen por su comunidad y su país. A los laicos no tener miedo de ser testigos del reino, siendo capaces de procurar una vida digna para todos, esto desde el ambiente donde nos desenvolvamos. Nos urgen líderes nuevos, para tiempos nuevos.
Un primer punto es que un medio eficaz para hacer frente a esta pandemia es la comunidad cristiana, es decir las parroquias, los grupos, las comunidades de base, etc., en estos espacios es donde se puede generar una respuesta eficiente a la epidemia. La comunidad cristiana, lugar donde se vive la solidaridad y el compromiso con el hermano, debe de generar las herramientas necesarias para prevenir las infecciones con la generación de programas que concienticen a la comunidad. También es el espacio donde se pueden atender y canalizar los casos para que sean vistos por las autoridades correspondientes. Además de la crisis de salud es importante tener presente que se generan otras crisis, por ejemplo aquellas personas que viven al día y por las decisiones que se han tomado se quedaron sin trabajo, pienso en la economía informal: la señora que vende afuera de las escuelas, los “viene viene”, las personas que viven de la limosna, así como también los meseros, los que venden comida en puestos ambulantes, entre otros; muchas de estas personas viven al día, por lo que la situación de restricción les afecta. Es necesario también responder a la crisis social que se vive y acompaña a la crisis de salud. Este planteamiento nos debe llevar a generar comunidades vivas, donde la vivencia de la caridad sea una realidad.
Un segundo plano de respuesta lo planteo en un nivel de transformación de las estructuras sociales. La crisis económica y ahora esta crisis de salud con todas las consecuencias que ello conlleva me hace reflexionar de que algo no está funcionando bien, que hace falta un cambio en la forma de tomar decisiones, en la forma de evaluar a los que toman las decisiones, en la forma de participar, en la forma incidir. La crisis económica nos enseño que el modelo de economía que tenemos no fue el mejor, la crisis de salud nos enseño que la forma en que vivimos con la destrucción continua del planeta no es la mejor. Por lo que urge cambiar parámetro e ideas sobre la forma de vivir.
La iglesia siempre ha propuesto, primero el ser humano. Esta idea debe de orientarnos en nuestro actuar. Que ya no sea el dinero, el ansia de tener, el deseo de poder lo que mueva nuestras acciones, si no el bien del ser humano, Jesús diría, el bien del prójimo. Es necesario volver a mirar al ser humano como Dios nos ve y recobrar ese plan maravilloso del Reino, donde la justicia y la paz sean los valores que rijan nuestra convivencia.
Por lo que urge tener ciudadanos y ciudadanas consientes que asumamos la responsabilidad de darle un rostro distinto a esta ciudad, a este país, a este planeta. Esta labor corresponde a todos y todas, consagrados y laicos. Los consagrados generando la conciencia, orientando y acompañando a los que asumen el compromiso de participar, desde las organizaciones sociales hasta la participación política. Es necesario formar ciudadanos activos, que se preocupen por su comunidad y su país. A los laicos no tener miedo de ser testigos del reino, siendo capaces de procurar una vida digna para todos, esto desde el ambiente donde nos desenvolvamos. Nos urgen líderes nuevos, para tiempos nuevos.
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